"Creo que creo en lo que creo que no creo. Y creo que no creo en lo que creo que creo" Vicente Huidobro

miércoles, 25 de julio de 2012

Ejercicio literario (1)

Me encontré por una web un ejercicio literario, así que les comparto el resultado. Espero que guste.

  *Escribe una historia que involucre las siguientes palabras: Invasion, dominio, catapulta, esperanza, inquietud. Tiene que tener menos de 15 renglones y los protagonistas deben ser vos y un amigo.

La tarde de la invasión no parecía tal. Habíamos pasado un día alegre y divertido, bajo el cielo azul. Ninguna inquietud filosófica agobió nuestra mañana, más bien estuvimos tranquilos, madrugamos, no dijimos una palabra en todo el día.
Todo pasó demasiado rápido. Llegaron, sacaron sus armas, y consiguieron el dominio sobre nuestra especie. Mateo era uno de los pocos que no perdió la esperanza. Se rebeló. Lo mataron.
Esto me generó una profunda tristeza, pero más aún una gran inquietud hacia estas decisiones de nuestro nuevo rey. No comprendía por qué la pena de muerte era prácticada de ese modo. Lanzaban al acusado con una catapulta, y entonces algún par de novatos le disparaban con arco y flecha.
Nunca respondieron a mi duda, porque al plantearla me lanzaron a mí también.

domingo, 22 de julio de 2012

Divagando

Suelo ver cosas dónde no las hay. Cosas... incomprensibles, impensables, irracionales.
Puede que sea paranoia porque, ¿Cómo si no, pensar que alguien no responde a tus mensajes porque le caíste mal, aún cuando cinco minutos atrás conversaban de la manera mas llevadera posible? No, no es que se le haya acabado el crédito, o se le haya cortado Internet... es que no te quiere. Por supuesto que es eso. O quizás dijiste una palabra, una frase, que no le gustó o le resultó ofensiva. ¿Cuándo le hiciste aquella broma sobre su madre, quizás? ¿O cuando, entre risas, lanzaste improperios? Tal vez hablaba con vos por simple respeto, y se cansó. No hay posibilidad de que haya surgido algo y se haya tenido que apresurar, no hay posibilidad de que haya entrado su jefe a su oficina, no hay manera de que te haya dejado de hablar si no es porque no le agradás.
Debería haber algo que te avisara por qué no te responde, quizás un mensajito que dijera: "El potro con que estabas hablando tuvo que ir a acabar su trabajo antes de que lo despidieran", e, incluso, debería agregar: "No se quería perder la oportunidad de hablar vos, pero está al límite con su empleo y tuvo que dejarte un rato. En seguida volverá, y te avisará". No es algo tan difícil, ¿No? Solamente quiero que la gente avise antes de irse, para que mi mente no especule cosas sin sentido.
Pero no solo soy paranoica, sino que tengo una gran imaginación... y con esto no me estoy alabando, con esto estoy diciendo que debería tener un límite. No es justo estar en el colectivo, mirar hacia la calle, y en cuanto veo una alcantarilla esperar a que la pise una persona e imaginar que un hoyo negro se la traga, llevándosela hacia quién sabe dónde. E incluso, imaginar que esa persona soy yo, y entonces sentir realmente cómo el agujero me absorbe.
O cruzar la calle, e imaginar que las rectas blancas de la senda peatonal se levantan en todo su esplendor y me rodean, formando una cárcel cilíndrica, por no haber aguardado al semáforo. Seguir caminando, y  cuando se acerca un auto al borde de la vereda imaginar que me choca, me mata y automáticamente la situación de mis familiares y amigos, sacudir la cabeza porque no quiero imaginar eso y seguir viéndolo, sacudirla más y de pronto preguntarme ¿A dónde iría a parar? Y pensar en infinidad de lugares, el cielo, el infierno, la nada misma, el espacio, quizás mi alma quede vagando por la tierra, condenada eternamente, quizás se meta en el cuerpo de un niño, un perro, un gato, de alguien que está por nacer, y cuando nazca sea yo de nuevo, pero con una nueva mente y realidad.
Cruzarme a una mujer con expresión seria e imaginar que viene por mí, entonces ponerme nerviosa mientras la paso de largo, y pensar en que me reconoció, que en cualquier momento dará la vuelta, me agarrará de sorpresa por la espalda y me sugiera quedarme quieta, tranquila, entonces me meta a un edificio y en una habitación aislada me empiece a hacer preguntas de todo tipo, empezando por mi nombre y apellido, y acabando con un "Sé que fuiste vos la que lo mató, confesá".
Caminar por la peatonal y ver a la chica gótica que se mantiene quieta, imaginar que alza sus alas negras y emprende vuelo junto a los pájaros que recorren el cielo en bandadas. Pájaros que podrían ser murciélagos, murciélagos que están esperando la señal para atacar. Seguir caminando y ver al hombre disfrazado de vampiro y, ¿Será realmente un vampiro? Quizás cuando la gente se acerca a darle una moneda él hace esa reverencia antigua, clásica, les toma la mano y fingiendo dar un beso en su muñeca las muerde, toma ese pequeño apreritivo de sangre, y las deja con la sensación de que solo les ha dado un beso, o de que dejaron la moneda y nada más ocurrió. ¿Y existirán los vampiros? La sociedad actual dice que no pero, ¿Cómo saberlo? Podría ser cualquiera de acá, como ese cuadro que imaginé de Van Gogh, una versión alternativa de su terraza del café por la noche, donde hubiera cientos de personas cruzando esa terraza y otras cuantas cenando, y entre ellas algunos cuantos monstruos, que parecían seres humanos pero si les prestabas atención eran en realidad bestias, desde el más torpe troll hasta la más poderosa bruja, o esos seres de piel verde, o esos animales peludos que parecían osos, lobos, tigres, pero no eran ni siquiera eso. Ese cuadro que él habría hecho hacia el final de su vida, que su hermana Anna habría escondido para luego entregarlo llena de dolor a una hechicera amiga, quién sería amiga y captora de la protagonista de una de mis historias sin terminar...
Entonces llego a mi casa, enciendo la computadora portátil... ¿Y si la cámara estuviera encendida, y a partir de ahora alguien estuviera vigilando todos mis movimientos? ¿Y si por encenderla fuera a explotar, como en aquella película cuyo nombre no recuerdo? Entro al Facebook y mi vida e imaginación se pudren por unas cuantas horas, volviéndose verdes, pegajosas, con un olor a rosa nauseabunda que impide a cualquier viajero acercarse y utilizarlas.